Antes de llegar a Nueva York, tras huir de Lituania y pasar 4 años en campos para personas desplazadas entre Wisbanden y Kassel, Jonas Mekas compra una cámara de fotos. Lo apunta en su diario. “7 de abril de 1949, compré una cámara de fotos… y una radio”. Lo que apuntaba Mekas, realmente, era la entrada de las imágenes y los sonidos a su interpretación del mundo; el comienzo, tal vez, de la transformación de su escritura diarística -disciplinado registro de su entorno cotidiano, sus memorias y pensamientos durante la posguerra- en breves ‘apuntes’ filmados con una Bólex. “1 de mayo de 1950. El sábado conseguimos al fin nuestra Bólex. Kybas nos prestó 200. Kavolis nos prestó 20. Hasta ahora estuvimos usando una alquilada”. Tardaría 19 años en descubrir la forma que subyacía en esos registros, en lograr la composición de su primer diario: Walden. Diaries, Notes and Sketches (1969), con aquellas imágenes temblorosas, enérgicas, que se mueven (y nos mueven) entre la celebración de la vida y la nostalgia.

Es un acontecimiento poco común ver el cine de Mekas en una sala de cine, aún cuando su obra es única y fundamental. A la vez una poderosa etnografía de lo cotidiano, un testimonio inusual de los horrores de la Historia y un bello poema filmado con “el amor a lo sutil, lo invisible, algo entrevisto fugazmente, ausente del mundo, que se quiere traer al mundo otra vez”. 

* Las citas de este texto fueron extraídas del diario de Jonas Mekas Ningún Lugar a donde ir.