El pintor Lorenzo Jaramillo está enfermo en su lecho. Sabe que morirá. Después de una corta pero intensa y creativa existencia, en la que todos sus sentidos estuvieron conectados a plenitud con la vida, tiene mucho que decir sobre ella. Luis Ospina lo escucha, lo filma. La intensidad de Lorenzo, su virtuosismo cultural, su cinefilia, su ágil pensamiento y las pinceladas que los amigos más cercanos aportan al retrato de este agudo artista, logran darle vuelo a una película que, más que una reflexión sobre la muerte, es una estimulante reivindicación del oficio de vivir.

Reseña: Diego García-Moreno