HOMENAJE RICARDO RESTREPO (1962-2017)

Por Patricia Ayala Ruiz

Para los amigos nunca fue Ricardo, siempre fue Rire. Educado en el Liceo Francés de Bogotá, le gustaba jugar con la dificultad que esta palabra le genera a los francófonos. Rire era la risa genuina, la generosidad y la alegría.

En el colegio le llega una cámara de cine que empieza a usar muy pronto. Hace cortos experimentales con sus amigos, sus primeros ensayos de video arte, un término no muy usado por entonces. Al terminar el bachillerato se inscribe en dos carreras a ver en cuál lo admiten primero: Zootecnia —extraña elección para alguien que siempre tiene una cámara en la mano— y Comunicación Social en el Externado, por la que opta.

Ya en la universidad empieza a hacer publicidad, cine y televisión. Siempre detrás de la cámara, gana reconocimiento como foto fija y videoartista. Sin embargo, después de algunas exposiciones exitosas, decide olvidarse de una y otra; lo suyo sin duda alguna es el cine.

Le gusta ganarse becas. Como becario Fullbright hace un máster en cinematografía en la Universidad de Ohio. Allí conoce amigos con los que trabaja hasta el final de sus días y aprende las artes de la ficción. Su trabajo de grado, María Toma 2, resulta ganador de un premio que nunca le entregan en un festival, por aquellos tiempos, muy renombrado. Con esta película también obtiene el premio a Mejor Producción Nacional de Focine, en 1992. Aún así, los caminos de la ficción no lo tientan. Una nueva beca, otorgada por el gobierno francés, lo lleva a estudiar cine documental en París. Su tesis de grado es una hermosa pieza de doce minutos titulada L’homme derriérere la cámara. Para cerrar el capítulo de sus becas internacionales hay que contar la que le concede el programa Ibermedia para hacer la pasantía en Nuevas Tecnologías en Montreal, Canadá.

No sólo sus estudios le hacen viajar por el mundo. Su talento como director de fotografía le permite trabajar con canales internacionales entre los que se cuentan ZDF de Alemania, Canal Plus de España, TV5 de Francia, ORF de Austria, Multimonde de Canadá, NatGeo de Estados Unidos. Pero uno de los trabajos recordados con más cariño es El mundo al vuelo, de Héctor Mora, a quien acompaña durante varios años y muchos destinos. Por supuesto, su oficio de fotógrafo es aprovechado también por muchos cineastas que valoran su ojo privilegiado: Nueva Venecia, El Caso Coca Cola, The Recockning, Soul Searches y Tacarcuna, son algunos títulos de una larga lista de películas que cuentan con su participación.

Lo más sorprendente de este hacedor de imágenes —creativo y talentoso— es que no tiene la obsesión despiadada de convertirse en una estrella del séptimo arte. Por eso, gran parte de su vida la dedica a la gestión cultural, a la curaduría y a la docencia. Forma parte del grupo de documentalistas que da vida a Alados Colombia y participa desde el comienzo en la organización de la Muestra Internacional Documental. Es director de la Muestra y representante legal de Alados durante quince años, tiempo en el que este evento se consolida como uno de los más importantes del país y significativos del continente. Antes, durante y después de su paso como director de la Muestra, Ricardo Restrepo es invitado por numerosos festivales internacionales dedicados al cine de no ficción, como curador, jurado y conferencista.

El fin de su ciclo con la Muestra Internacional Documental llega con hermosos proyectos que no tardan mucho en obtener becas y estímulos. Vuelve a la dirección con Cesó la horrible noche, un ensayo sobre la violencia a partir de las memorias de su abuelo, Roberto Restrepo; una película en tono intimista que se convierte muy pronto en un referente del cine documental colombiano. En el corazón de la medusa es un proyecto de largometraje, premiado en su fase de escritura, que alcanza a visitar encuentros y mercados internacionales. De nuevo, una reflexión sobre la justicia tomando como punto de partida una historia de familia. A recomponer es su último proyecto. Ganador del premio DocTv Latinoamérica este año, cuenta la historia de dos excombatientes de las FARC que entran a la civilidad usando la música como su única arma. Toda su obra como director habla de esa necesidad urgente de estar conectado con su país y con los momentos trascendentales de nuestra historia.

He dejado para el final su faceta de cofundador de Pathos Audiovisual, de director de fotografía y coproductor de los dos largometrajes que hemos producido hasta el momento: Don Ca y Un asunto de tierras. Todo lo que hay que decir sobre esta sociedad —que va más allá del cine, que abarca la vida misma— está plasmado en las imágenes bellas, complejas y reveladoras, que siempre resultaron de su mirada.

Es mucho lo que se queda por fuera de esta reseña imposible: su pasión por la radio —corresponsal de Radio Francia Internacional para Colombia—, su amor por la cocina, su entrega en la docencia y en los talleres de formación, su lealtad a toda prueba, sus manías de curtido viajero. Ahora que no está, lo acompañamos con el corazón en el más largo de sus viajes y le agradecemos hasta el infinito el ser maravilloso que fue, las lecciones que aprendimos y sobre todo, las imágenes que le heredamos.