Aunque Michel es muy joven, ya ha encontrado su lugar en el mundo: una laguna. Allí, lleva una vida solitaria: caza, pesca y encuentra lo esencial para sobrevivir. En ocasiones, la soledad lo embarga y busca alguna compañía, pero la supervivencia y la contemplación suelen ocupar toda su atención. El regreso a una vida sencilla y austera, casi primitiva, parece una motivación honesta, y es coherente con el ascetismo arcaico que evocan los paisajes inhóspitos. Lejos de llevar una cotidianidad monótona, Michel suele entrar en relación con otros mundos: el de los seres mágicos y misteriosos que se mimetizan en el paisaje y que aparecen de manera esporádica; el de la introspección, experiencia inquietante que despierta sus recuerdos, sueños y pesadillas.
Reseña: Andrés Pedraza