“La tierra no está” concluye Briceida, una de las protagonistas de Bajo Fuego. Tras cuatro años de firmado el acuerdo entre el gobierno colombiano y las FARC-EP, los campesinos que se acogieron al Programa de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito aún siguen esperando su implementación. La película visita el norte del Cauca entre 2017 y 2019, retratando los avatares de dos familias excultivadoras de coca y de varios líderes de la Guardia Campesina. Para todos ellos la paz no fue sino una “calma chicha”. Lo que en principio iba a ser una garantía de condiciones de bienestar ha derivado en incumplimiento y abandono estatal. Para empeorar las cosas, ha habido un recrudecimiento del conflicto: se multiplican las amenazas por el control territorial, la organización social se ha convertido en objetivo militar, el gobierno es representado por sillas vacías y el campesinado carece de sustento económico. En medio de la desconfianza surge el grito de los líderes campesinos exigiendo el cumplimiento de los acuerdos: la paz hay que construirla, sí, pero no hay paz sin tierra.
Reseña: Juliana Arana